Robert Mugabe es hoy de nuevo presidente de Zimbabwe, libertador de lo que entonces se conocía como Rodesia, nombre cone l que Cecil Rohdes bautizó las tierras compradas al gobierno británico. Nombrado caballero por la Reina Isabel II ha devenido en el odiado dictador que sangra su país, asesina con impunidad a sus oponentes, se pasea tranquiloi en la última reunión de países africanos, desafía al mundo con unos comicios fraudulentos sabedor que los zimbabuos no son más que una herencia del mundo esclavista y no se inmuta frente a la terrible estadística de su nación: esperanza de vida menos de 40 años; mortalidad infantil 60%; paro 90%.
Lo que ocurre en el país africano me recordó una conversación que sostuvimos hace casi 40 años mi amigo Gonzalo y el que esto escribe con Iván Menéndez, líder juvenil y campeón de oratoria, o viceversa. Joven promesa de aquel partido “oficial” llamado PRI y quien murió años más tarde, Iván, en circunstancias nunca aclaradas, otro lugar común en la reseña de nuestra prensa. Iván antes de cumplir los 30 ya tenía agenda de Secretario de Estado, organizaba congresos, daba conferencias, era maestro en la UNAM y viajaba mucho a Tanzania como dirigente de la CNC. Apasionado de la política y de su partido hablaba con vehemencia de los grandes proyectos nacionales, era un digno cachorro de la revolución y su argumentación no se alejaba del discurso oficial, en aquellos días todavía bajo la hierática, siniestra figura de Luis Echeverría. Hablábamos de elecciones y aceptaba que era “posible” que su partido “permitiera la participación de la oposición con algunas diputaciones”, las de “representación proporcional”, caramelos con que el magnánimo Tlatoani en turno premiaba a sus fieles, o bien pagaba a favores recibidos. Ivan consideraba imposible que la oposición –en concreto el PAN, porque entonces los otros dos partidos, el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) y el Partido Popular Socialista (PPS) eran comparsas del grandote– alcanzara algún día la presidencia de la república. A pregunta concreta sobre si esto sería aun a costa de la voluntad popular argumentó que primero era “impensable que los mexicanos voten otra organización que no sea la heredera de la Revolución Mexicana” y que, puestos en la fantasía, si remotamente esto ocurría: “el partido jamás pondrá en manos de los enemigos la presidencia”.
Han pasado casi 40 años desde entonces, un poco menos para la república donde aún sigue gobernando Mugabe. Hoy me gustaría escuchar los argumentos de Iván a quien debo, entre otras cosas, haberme motivado a iniciar este periplo de búsqueda y andanza que comenzó hace casi cuatro décadas. En recién encuesta a 97 países sobre su grado de felicidad, elaborada por la Universidad de Michigan bajo el rubro: “Grado de Bienestar Subjetivo”, colocan a México en el sitio 18 por encima de belgas, británicos y alemanes y por debajo de Guatemala, Dinamarca, Puerto Rico y Colombia. España ocupa la posición 44 pero no se equivoquen, y esto va sobre todo para dirigentes post y post-post revolucionarios, ésta felicidad del pueblo mexicano es sin duda a pesar del saqueo, del enriquecimiento de una casta política a costa de escatimar el bienestar de millones con el argumento de una revolución que acabo en institución. Zimbabwe por otro lado es el último de la fila en esto de la felicidad, hoy está convertido en el patio trasero de China, agotada su riqueza minera, importando alimentos cuando en sus días de gloria fue granero de Áfricay agoniza bajo otra mirada hierática de quien sin duda pretende morir sepultando el sueño y la esperanza que un día lo tuvo a él como constructor de aquella. Hay que tomar nota, Iván no vivió suficiente para comprobar lo pequeño de nuestros afanes.
XXX
Domingo, antes que la final futbolera del continente europeo definiera si teutones o íberos; cuando faltan 45 minutos para la función de cine encuentro una de las codiciadas bancas bajo la sombra de los plataneros de las Ramblas. De sobra decir que a estas horas de la canícula los paseantes somos como buitres rondando la sillería.
A mi lado un viejo que a sus 77 (me entero luego) viene desde Igualada a “matar el tiempo”. En el otro banco el chinito que resulto peruano. Hablan, of course, sobre la final del fut y su sede. El viejo dice que Australia es un lugar muy lejano para hacer campeonatos europeos y el “chino” le sigue por unos minutos la corriente, finalmente, para mi tranquilidad, lo corrige cuando la conversa se tornaba ya rocambolesca. El viejo pregunta por el lugar de origen de su interlocutor y cuando este menciona la tierra del imperio Inca, el viejo a continuación le cuenta de un amigo que desde la guerra se refugió en México y quiere saber cuantas horas se hacen en coche desde el Perú a tierras Aztecas. El “chino” se acomoda en su silla, sonríe y con paciencia le explica de la mejor manera esto de los hemisferios y las distancias. La conversación se va por temas de la ciudad, los precios, el calor, de los motivos de cada quien para estar en los bancos de las Ramblas; el peruano espera a la familia para ir andando a un restaurante de la Barceloneta. A los pocos minutos aparece una señora peruana con una cría pre adolescente que corre y se tira a los brazos de su padre en medio de besos y achuchones; el viejo lanza esa característica expresión, propia de estas tierras, que se queda entre un ¡ole! y un ¡hala!. El peruano hace las presentaciones y la cría sin más planta dos sonoros besos al viejo que se queda “parado”, como también dicen por acá. Al poco rato llega el hermano del jefe de familia con “mi mujer” –así hace la presentación – jovencitos ambos, él con gorra beisbolera pero bien puesta, ella con panza de embarazo de al menos cinco meses; siguen las presentaciones con el amigo ocasional y el grupo se hace uno rodeando al viejo. El peruanito que desde su llegada tiene entre los brazos a la sobrina, se entera de la ciudad perteneciente a la comarca de Anoia y le pregunta al viejo si no conoce a un tal Doctor Montes, también peruano que vive en esa misma población, esto ya los haría más cercanos pero no ocurre. La familia se pone de acuerdo en el sitio para comer, se despiden del amigo no sin que la chica regale a este jubilado otro par de besos, las mujeres casadas lo hacen de mano como corresponde a su estado civil y el de la gorra con una palmada fraternal. Baja la familia por la Ramblas, hablando, parloteando y riendo cómo se acostumbra en nuestros países. El viejo se remueve en su silla emocionado y lanza un tardío: “¡que aproveche!” .
Los bancos de las Ramblas están casi siempre ocupados por viejos jubilados, algunos con síntomas de desequilibrio mental o solo mal encarados, miran pasar una vida que ya no les pertenece. Entregaron sus mejores años a la dictadura y hoy poco se enteran que los dirigentes europeos de nuestros días, sin memoria, están hartos de los inmigrantes, quieren echarlos fuera de la comunidad, estorban, cómo algún día pronto estorbarán aquellos que forjaron esta sociedad.
La Princesa de Nebraska está a punto de dar comienzo en el Cine Floridablanca, después hay que ir al bar y ver ganar con jerarquía a la selección de España.